SE OFRECEN EXÁMENES GRATUITOS DE CÁNCER DE MAMA EN EL CONDADO DE BASTROP

NO ESPERE, PIDA SU CITA HOY MISMO

A continuación presentamos la primera de una serie de historias de personas que han sufrido el impacto del cáncer. La Dra. Linda Ornelas Wilson, del condado de Bastrop, comparte sus reflexiones a través de su viaje por el cáncer.

Me llamo Linda. Soy una superviviente de 6 años de cáncer de mama en fase 2. Soy como tantas mujeres que intentan compaginar el trabajo, la familia, los nietos, los padres y otros intereses. Como muchas mujeres, no nos damos prioridad a la hora de cuidarnos. Cuando tuve un momento para respirar, recordé que tenía que programar una mamografía. Lo que no recordaba era que habían pasado 3 años desde mi última revisión. El tiempo se me escapó.

Cuando me dijeron que tenía cáncer, mi primera emoción fue la ira. No porque tuviera cáncer. Nuestras probabilidades son de 1 entre 8. Estaba enfadado por haber defraudado a mi familia. Cuidé a mi madre, que murió de cáncer. Ayudé a mis hijas con los nietos. Mi marido me necesitaba. Me sentí tan culpable que perdí la noción del tiempo, y ahora no estaría disponible para ser la ayudante que siempre había sido. No pude evitar creer que era mi culpa que el cáncer se hubiera extendido.

Por supuesto, existe el miedo a lo desconocido. ¿Cómo afectarán la cirugía, la quimioterapia y la radiación a mi capacidad de funcionamiento? Soy médico, así que sabía qué esperar a nivel intelectual. No tenía ni idea de que iba a reaccionar como lo hice. Me retiré. Realmente no quería hablar de ello. Mi familia me apoyaba, pero no quería que los amigos se vieran “agobiados” por un amigo enfermo. No quería pedir ayuda. Siempre fui una mujer fuerte. Estaba preparada para superarlo, pero fue mucho más difícil de lo que imaginaba. Por supuesto, al ser médico, sabía que había complicaciones. Tardé mucho más de lo previsto en recuperar las fuerzas. Todavía tengo problemas residuales.

Si pudiera retroceder en el tiempo, me haría esa mamografía anual y haría del cribado una prioridad. Recurría al mundo de apoyo que estaba ahí para mí, pero al que no tenía acceso. Habría agradecido la ayuda de mi familia y mis amigos. No habría tenido miedo de hablar de ello. Habría acudido al Centro de Recursos contra el Cáncer de Mama. Lo que he aprendido es que hay una hermandad de supervivencia, y a veces incluso un extraño puede ser una fuente de fuerza.

Lo que sigo aprendiendo es que debemos compartir nuestras historias. Puede ayudar a sus hijas, amigos o familiares a darse cuenta de la importancia de la detección. Puede ayudar a un desconocido a darse cuenta de que no está solo. Hablar de ello es una forma de sanar y ayudar a los demás. Todos somos humanos, y los límites desaparecen cuando compartimos nuestra humanidad con los demás.

Sobre todo, hay ayuda y esperanza, independientemente de quién seas.

PIDA HOY MISMO SU CITA PARA UNA REVISIÓN GRATUITA, ¡NO ESPERE! SU SALUD PUEDE DEPENDER DE ELLO.

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